nuestro corazón
va tomando la forma
de un sushi roll.
año tras año
lo vamos
rellenando
con el pegasoso
y avinagrado arroz
de nuestros romances.
inevitablemente
lo revestimos
con una lámina de nori,
tratando que
no pierda
su forma,
o quizás
a manera de
autoprotección.
pero nuestro corazón
poco sabe de recetas,
y tarde o temprano
vuelve a perder
su compostura,
y se desarma.
y en lugar de
un sabroso
Sushi-Roll
queda convertido
en un rollito
de araña congelada
de diez mil secretos.